sábado, 12 de junio de 2010

DONDE COMER. EL PARADOR II

Hace 42 años que los padres de José y Francisco Muñoz abrieron un chiringuito en la playa de las Yucas de Benalmádena, después, hace ahora 21 años, un primer restaurante El Parador en el pueblo y desde hace 20 años El Parador II en la actual ubicación junto al hotel Playa Bonita, al borde mismo del mar, sobre un promontorio, lo que nos brinda desde cualquier mesa unas vistas impagables de la playa y las rocas donde rompen las olas. El secreto de esta casa es muy simple, un negocio enteramente familiar, donde el hijo de Francisco, Paco, también está integrado y atiende la sala con una diligencia digna de admirar y un culto casi desmedido a la calidad del producto como divisa y filosofía de la cocina del restaurante.

No podemos olvidar que no hay plato en el restaurante que sea más materia de arduas polémicas que el pescado, y, más concretamente, todo lo que se refiere a su frescura. Los malagueños somos transigentes con la dureza o textura de las carnes, basta darse una vuelta por muchos establecimientos especializados en carnes para hacernos una idea, sobre todo, de ese grado de desconocimiento generalizado sobre la calidad de las mismas y lo que nos ofertan en muchos de estos locales. Pero cuando se trata de pescado, entonces las cosas experimentan un giro radical; no es la primera vez que alguien al que le he preguntado por tal o cual restaurante acaba diciéndome que ya no lo frecuenta y su respuesta es : «Me dieron pescado congelado o poco fresco», y esto no se olvida.

La mejor materia prima

No he encontrado a nadie al que le haya preguntado por esta casa que no me hubiera asegurado que padre e hijo se desviven por tener la mejor materia prima de toda la zona. Un restaurante no se mantiene tantísimos años si no guarda una honestidad inquebrantable con sus clientes. ¿Y qué debe hacer el periodista ante tales afirmaciones? Juzgar por la propia experiencia y sentarse a la mesa sin ideas preconcebidas. Así lo hice y les aseguro que en mi agenda particular de restaurantes a no olvidar, El Parador II figura en un lugar predominante.
Para ir abriendo boca y como acompañante del aperitivo, unas coquinas tal cual, es decir, salteadas en su propio jugo. La calidad y fuerza de este bibalvo se nos mostró en el primer bocado. Ya puestos a almorzar en serio, nada mejor que unas auténticas gambas malagueñas de dos maneras distintas, cocidas y a la plancha, ya que de esta manera lo que se nos descubre es el arte del cocinero a la hora de manejar tan delicado marisco. Realmente espectaculares, jugosas, con sabor y, la prueba del algodón, se pelaban en un abrir y cerrar de ojos. Los espetos de sardinas estuvieron en la misma línea, tamaño mediano y de sabor contundente.
El adobo y los boquerones sobresalían por su frescura y su magnífico punto, pero los calamares llegaron con exceso de punto y un poco duros, siendo el arroz caldoso el plato más alabado por el magnífico fondo, no obstante estaba demasiado al dente.